domingo, 26 de julio de 2015

DOMINGO 17º del Tiempo Ordinario


      Demasiadas veces hemos predicado y entendido a Dios como exigencia, incluso a veces como amenaza. Demasiadas veces hemos olvidado la alegría, la fiesta, la abundancia.
      La Palabra nos ofrece en este día dos hermosas imágenes de abundancia y de fiesta. Una antiquísima leyenda sobre el profeta Eliseo (1ª lectura: 2 Reyes 4, 42-44) y un sorprendente milagro de Jesús que da de comer a todo el que se acerca. En los dos relatos, no solo se sacian todos sino que sobra. Perfectas imágenes del Reino, que no es miedo, ni escrúpulo, ni tristeza… Es fiesta y abundancia. Este espíritu festivo y alegre es el que aparece en la segunda lectura (Efesios 4, 1-6): humildes y amables, comprensivos, unidos, en paz, llenos del Espíritu. Jesús está pintando con un signo el sueño de Dios, la humanidad nueva, libre, fraterna, unida y rescatada por la fe.
      ¡Qué bonita es la imagen de una familia reunida, celebrando un cumpleaños, haciendo fiesta porque hay algo que celebrar! Esa es la imagen del Reino que Jesús nos ofrece. Y no porque todo nos salga bien o desaparezcan los problemas, sino por la fuerza interior del Espíritu que produce paz y alegría.

sábado, 25 de julio de 2015

Solemnidad de SANTIAGO APÓSTOL, PATRONO de ESPAÑA



«Jesús replicó: -“No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”; contestaron: -“Lo somos”». No entraría en la agenda de Santiago y Juan el martirio, y no lo habrían apuntado en ella si no fuese porque fueron palpando el amor de Cristo en su vida, que los llevó a amar a los demás por Dios, hasta dar la vida. Juan fue mártir en vida.

Santiago, patrón de España, nos enseña a modificar la agenda. Tristemente parece que hay algunos que tienen muy apuntado en su agenda (hoja de ruta, la llaman) todos los pasos necesarios para acabar con España como nación, con sus tradiciones y costumbres, y alejarla de la fe. Como todas las ideologías tiene unos pasos concretos y precisos. ¿Cómo acabar con esta situación? «Desagendando» y las cosas se caen de la agenda por la caridad, por las obras de misericordia.

Ni Santiago, ni Juan ni su madre tendrían previsto cuál iba a ser el devenir de su vida. Conocieron a Cristo y este los fue llevando «a donde no querían». Por eso, a pesar de las dificultades, se dan cuenta de que «El tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».

Puede parecer tonto y poca cosa, pero estas vacaciones deja que marque tu agenda el «obedecer a Dios antes que a los hombres». Puedes haber programado las vacaciones con todo cariño con tu familia, ir de un sitio a otro y aprovechar al máximo estos días. Pero si descubres que tus hijos se están aburriendo y no les gusta tanto lo que pensabas que era estupendo, o tenéis que cambiar vuestros planes –estupendos, fabulosos y santos– por visitar a un enfermo o enterrar a algún familiar difunto, no dudes en cambiar tus planes. Tal vez cueste algo, pero ten por seguro que Dios te lo premiará. Los hijos verán que lo que prima en el corazón de los padres no es la eficacia sino la caridad, y así se conmoverán. No pasa nada por remodelar la agenda, tal vez se duerma algo menos, pero mucho más a gusto. Y la caridad desmantela los planes de los malvados y los desconcierta, y cambia la historia y la salva.

Dentro de no mucho vamos a comenzar un año –convocado por el Papa Francisco– de la misericordia. Sería una cosa estupenda que repasáramos las obras de misericordia espirituales y corporales, y les diéramos un nuevo empujón.

Santiago, patrón de España, alentado por María en las orillas del Ebro a seguir evangelizando, concédenos que ante la ola de indiferentismo y desprecio de la fe en que vivimos haya una verdadera inundación de caridad, de fe, de esperanza…, aunque «desagende» nuestros horarios.

domingo, 19 de julio de 2015

DOMINGO 16º del Tiempo Ordinario


      Jesús busca un rincón discreto para estar a solas con los discípulos. Pero no lo dejan. Bellísima escena, relato conmovedor.
      A Jesús no lo dejan ni  comer, ni tomarse un respiro: así de intensa es la esperanza que suscita. Es que siembra la paz, la reconciliación, la cercanía de Dios (Evangelio: Marcos 6, 30-34). Y es que el pueblo estaba mal cuidado, mal alimentado, como ovejas sin pastor, como los antiguos «pastores» fustigados por Jeremías (1ª lectura: Jeremías 23, 1-6).
      Como contrapeso del abandono de su pueblo, Dios mismo lo va a pastorear. Es preciosa la promesa del Señor: «Ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá».
      Eso mismo es lo que celebra Pablo (2ª lectura: Efesios 2, 13-18), la reconciliación de los dos pueblos, judíos y gentiles, por la paz que trae Jesús, porque la gran noticia es que todos, absolutamente todos, son hijos del mismo Padre.
      Es el maravilloso efecto de los buenos pastores, los que anuncian y transmiten a Jesús: que suscitan paz y esperanza, que ponen más luz y fuerza en nuestra fe.

domingo, 12 de julio de 2015

DOMINGO 15º del Tiempo Ordinario


      Pablo ofrece un magnífico pregón sobre la voluntad de Dios, sobre la misión que nos encomienda, el tesoro que pone en nuestras manos: su hijo Jesús (2ª lectura: Efesios 1, 3-14). Somos continuadores de aquellos doce, enviados por Jesús como ellos, y provistos de las mismas armas: Palabra y pobreza (Evangelio: Marcos 6, 7-13). Pero no podemos hacernos ilusiones: debemos estar preparados porque «el mundo» nos será hostil.
      Los criterios de Jesús no son los criterios humanos: en el mundo prevalecen la violencia, la avaricia, el rencor… Todo lo que en el Evangelio se llaman «demonios». Desde siempre ha sido así, los errores y mezquindades del corazón humano resistiéndose contra el sueño de Dios, su Palabra y sus profetas.
      Es muy triste la imagen de la primera lectura (Amós 7, 12-15), en la que el mismo sacerdote del templo del Norte comprende que el profeta corre peligro por obedecer a Dios y anunciar su palabra, y le sugiere que se vaya. Amós, como Pablo, como el mismo Jesús, siente que no puede callar, que la Palabra que Dios les encomienda es un fuego irrefrenable, aunque puede llevarlos a la muerte.

domingo, 5 de julio de 2015

DOMINGO 14º del Tiempo Ordinario


      Dios mismo se queja de la dureza de mente de su pueblo. Pero no lo abandona. No le faltarán al pueblo profetas de parte de Dios (1ª lectura: Ezequiel 2, 2-5).
      Con Jesús pasa lo mismo: su misión más difícil es por ahora Nazaret, su pueblo (Evangelio: Marcos 6, 1-6). No creen en él, porque lo conocen de toda la vida: es «el carpintero, el hijo de María». Esa falta de fe impide que Jesús cure a sus enfermos.
      A Pablo le pasará lo mismo: en sus muchos viajes serán las comunidades de judíos las que más se resistan a creer en Jesús, mientras que los paganos sí que escuchan. Y Pablo es un hombre tentado de soberbia.
      Ni Jesús se libró de tentaciones, ni Pablo tampoco (2ª lectura: 2 Corintios 12, 7b-10). Pero Pablo sabe que su propia debilidad es su fuerza, porque le obliga a fiarse más de Dios que de sí mismo. Y nos ha regalado lo que era su propia fuerza, para que la hagamos nuestra: «Te basta mi gracia».