lunes, 30 de diciembre de 2013

El valor de la Sagrada Familia

cartel-Sagrada-familia-2013

En el día de ayer, domingo, 29 de diciembre, la Iglesia universal celebraba la Fiesta de la Sagrada Familia, en la que de nuevo se ponía en valor a la familia cristiana como modelo de crecimiento, desarrollo y formación de la sociedad actual, en la que muchas veces se vive de espaldas a Dios, lo cual trae consigo la división y no la comunión entre hermanos, padre y madre, esposo y esposa, padres e hijos.

El lema de la jornada «Esposo y esposa, padre y madre, por la gracia de Dios» pone de manifiesto precisamente eso, aunque también –tal y como manifiestan los obispos  en el mensaje para esta jornada– «nos invita a reflexionar desde la fe en el profundo significado que tienen en la Sagrada Escritura los términos de “esposo” y “esposa”, a modo de parangón, a las relaciones que mantiene Dios con su Pueblo, con su Iglesia. De igual modo los términos relativos a la paternidad, “padre” y “madre”, evocan, en un paralelismo intrínseco –propio de su ser–, a las relaciones que Dios mantiene con los hombres desde el principio».

En dicho lema queda reflejada la misión de Dios, su proyecto, aunque también la misión, a la que a través de la fe, se ven encomendadas tantas y tantas familias cristianas. El apóstol San Pablo nos indicaba ayer las instrucciones para que la vida de familia sea vivida en el Señor: «Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión»; de ahí que, posteriormente, nos exhortara para que como hermanos nos sobrelleváramos mutuamente y nos perdonáramos, ya que el Señor nos ha perdonado ya, y debemos hacer nosotros lo mismo; por encima de todo ello se refería al amor: «que es el ceñidor de la unidad consumada»; a continuación deseaba que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón, ya que a ella hemos sido convocados en un solo cuerpo; también hacia referencia al ser agradecidos, para lo cual debe habitar entre nosotros la palabra de Cristo en toda su riqueza; ello desembocará en la ayuda mutua, ejemplificada en la enseñanza de los unos para con los otros con toda sabiduría, que nos llevará a corregirnos mutuamente; de nuevo nos incitaba a ser agradecidos a Dios de corazón, para lo que nos decía: «Cantad a Dios con salmos, himnos y cánticos inspirados»; porque todo lo que de palabra o de obra realicemos, sea todo en nombre del Señor Jesús, a través del cual damos las gracias a Dios Padre.

Todo ello son las pautas a seguir y que hay que vivir en familia, que el Sumo Pontífice resume o reúne en tres palabras clave: permiso, gracias y perdón, que son muestra visible de la paz y la alegría en la vida de una familia; es eso lo que Jesús, María y José viven, por ello, protegen al Niño Jesús de todo mal, recorren largo camino todos, unidos, en busca de la salvación del mismo Dios, como fruto del amor pleno y mutuo; ejemplo que ayuda a nuestras familias a ser comunidades de amor y reconciliación, en la que se experimenta la ternura, la ayuda recíproca, el perdón recíproco. Precisamente el Santo Padre dirigía ayer una oración a la Sagrada Familia por este hecho, porque como decía: «Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos». De esta forma invocaba a la Santa Familia de Nazaret para que hagan también de nuestras familias «lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas», ya que el anuncio del anuncio del Evangelio pasa, antes que nada, a través de las familias, para luego alcanzar los distintos ámbitos de la vida cotidiana, lo cual pone de manifiesto la importancia que tienen las familias en la Iglesia y en la sociedad; la familia es un lugar privilegiado, que funciona como motor de la fe, y dicha fe como motor de una vida compartida, de un don como es la Vida, que trae consigo el don del Amor. Seguidamente le pedía «que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división»; y «que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado». Por último le rogaba para que «el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios». Dicha oración fue pronunciada tras el rezo del Ángelus en el nos instó a que todos juntos invocáramos con fervor a María Santísima, la madre de Jesús y Madre Nuestra, y, a San José, su esposo: «les pedimos a ellos que iluminen, reconforten, guíen a cada familia del mundo para que puedan cumplir con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado».
Señor Jesús gracias porque has venido a nosotros, porque te has hecho hombre para bien nuestro; que tengamos nuestro corazón siempre preparado para recibirte como Tú nos recibes cada vez que solicitamos o rogamos tu ayuda; que esté dispuesto y te acoja como el de María y José, que ello sea el principio fundamental de la Familia universal, de la Santa Familia de Nazaret, de la Familia cristiana; que el amor, la comunión y la paz entre hermanos, entre padre y madre, esposo y esposa, y padres e hijos dé fruto abundante en nosotros, hijos y hermanos tuyos, de tu Iglesia y Pueblo bendito. Como dijera el Papa Francisco: «Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica».

Jesús Cuevas Salguero 30/12/2013

domingo, 29 de diciembre de 2013

DOMINGO de la INFRAOCTAVA de Navidad. Fiesta de la SAGRADA FAMILIA


      Jesús habló de Dios con hermosas parábolas: el sembrador, el médico, el pastor... Pero la más hermosa de todas es «Abbá», el balbuceo del bebé hacia sus padres. Porque ellos, sus padres, fueron para Jesús la imagen viva del Abbá celestial.

      La imagen de familia que ofrece la 1ª lectura (Eclesiástico 3, 2-6. 12-14) se nos queda corta, porque habla poco de amor y de ternura. Las sabias consideraciones de Pablo (2ª lectura: Colosenses 3, 12-21) están muy bien, pero les falta ternura, pasión, enamoramiento. Pero la imagen de José y María huyendo de noche para salvar la vida del niño (Evangelio: Mateo 2, 13-15. 19-23), aceptando el exilio para protegerle, son algo más. Los padres que arriesgan la vida por el niño, los padres que son el ángel de la guarda del recién nacido... Ahí es donde Jesús aprendió la mejor imagen de Dios.

      Por su cariño pudo Jesús cambiar del terror ante Yahvé a la infinita confianza en Abbá. Estoy convencido de que los que tienen la suerte de sentir íntimamente el amor de sus padres, tienen mucho camino adelantado para creer que Dios es Abbá. Como también lo sentía Jesús.
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Oración a la Sagrada Familia
 
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
 
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
 
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
 
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
 
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
 
S.S. Francisco

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Solemnidad de la NATIVIDAD del Señor


      Desde siempre, Dios ha sido Madre, Palabra y Viento. Desde siempre su corazón es esencialmente maternal; su Viento sopla constantemente, alentando, impulsando; habla en todas las cosas, dirige, conseja, ilumina. Y todo eso lo vemos en Jesús: «la tienda de campaña de Dios en medio de nuestro campamento» (Evangelio: Juan 1, 1-18) y el mensajero que trae la mejor de las noticias (1ª lectura: Isaías 52, 7-10). Porque Dios siempre ha hablado, siempre ha estado presente en la historia humana, pero ahora como nunca (2ª lectura: Hebreos 1, 1-6). Quienes creemos en Jesús, sabemos que en Él vemos a Dios comprometido con nosotros: «Él es el reflejo de su gloria, impronta de su ser». Sabemos cómo es. Dios es como Jesús, Jesús es como Dios.

      Cuando contemplamos al Niño no nos basta con sentir ternura; vemos sobre todo pobreza, pequeñez. Y mirando a su futuro vemos un corazón entregado, una prodigiosa presencia de lo divino en algo tan pequeño, tan cercano, tan como nosotros. El Niño es tan presencia de Dios porque no da miedo, porque es nuestro, porque depende de sus padres, porque se ofrece antes que a nadie a unos pobres pastores.
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Seamos pastores que buscan al Niño, que siguen a la Estrella; cuando lleguemos al portal, con José y María, ofrezcamos a Jesús lo mejor de nosotros –que esa actitud sea la de toda una vida–, y acojamos a Jesús con alegría, paz, amor, esperanza, fe y caridad. ¡Feliz Navidad!

Jesús Cuevas Salguero

martes, 24 de diciembre de 2013

Jesús nace para todos

Tras haber clausurado el Año de la Fe, el Adviento es un camino, cuya guía es una estrella, y que, una vez andado, desemboca en la Navidad                                                               __________________________________________________________________________


      Hace hoy justo un mes de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, y, por tanto, un mes de la Santa Misa de Clausura del Año de la Fe presidida por S.S. Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano; si nos desplazamos hacia atrás en el tiempo, caemos en la cuenta de que hace dos meses, en Córdoba, era un día grande, el día del Custodio de la ciudad, el Arcángel San Rafael; como apreciamos, el tiempo es efímero en sí mismo, los días y los meses vuelan, y, en consecuencia, nuestra vida también.
      El Año de la Fe ha pasado muy rápido pero intenso en cuanto al fervor y devoción con que se ha celebrado de manera especial esta virtud, este don que Dios nos ha regalado, este año de gracia, de alabanza y canto al Señor y su Gloria, porque como decía el Papa en la homilía de esta Celebración: «La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino». Eso es precisamente lo que todos y cada uno de los cristianos deberíamos hacer aun estando en nuestra peor situación: dar más de lo recibido; querer a Dios y al prójimo inmensamente, viendo en aquel que padece o sufre el propio rostro de Jesús, que nace en medio de nosotros, nace en un pesebre, entre paja, entre un buey y una mula, en un portal de Belén; ello nos indica la grandeza y, a la vez, la pobreza de Jesús, que desde el mismo instante de nacer estuvo a nuestra altura, es decir, compartiendo el mismo suelo, la misma tierra, pero aportándonos sabiduría, dones y ejemplo para este mundo, que necesitaba y necesita mucho de Él, de Dios hecho carne, vivo, alegre y pequeño Rey del Universo y de la Gloria. Este es Dios, este el Niño que viene, que sale a nuestro encuentro, nuestro Salvador y Mesías, que nos mantiene firmes en la fe para hacer discípulos de Él a todas las naciones.

      El Papa Francisco calificaba dicha Solemnidad de Cristo Rey como la coronación del año litúrgico que señalaba también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordó junto a todos los fieles con afecto y reconocimiento por este don que nos ha dado, por esa iniciativa providencial que: «nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón».

      En su homilía, el Papa decía que las lecturas bíblicas proclamadas tenían como hilo conductor la centralidad de Cristo: «Cristo está en el centro, Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia».
      El mensaje del Santo Padre en este día, importante para toda la Iglesia, era bastante intenso catequéticamente y espiritualmente hablando, lo cual nos hace aprender y saber a los fieles seguidores de Jesús más de Él, de nuestro Dios, de nuestro Niño Jesús Rey, representado por el Sumo Pontífice, que transmitió un verdadero y profundo mensaje de fe, como lo hacía su predecesor, Benedicto XVI, y tantos otros muchos papas a lo largo de la historia de la Salvación, de la historia del Pueblo de Dios, la Iglesia Católica, cuyo primer guía fue Pedro, el apóstol, cuyas reliquias acompañaron la Celebración Eucarística del domingo de Cristo Rey.
      En nuestra Diócesis de Córdoba, el Obispo clausuraba el Año de la Fe con una Solemne Misa presidida por él mismo en la Santa Iglesia Catedral; en la carta pastoral de dicha semana, previa a la clausura, el Obispo hacía un resumen y explicaba lo que ha sido y significado el Año de la Fe en y para la Diócesis de Córdoba, que como toda la Iglesia lo ha vivido de acuerdo a una misma fe profesada, celebrada, vivida y rezada en Cristo Jesús, siempre teniendo a su lado, y como intercesora nuestra, a su Madre María, nuestra Madre bendita del Cielo. En dicha carta nos indicaba que cuando Dios nos anuncia una gracia nueva, hemos de abrirnos a la misma con toda esperanza, dispuestos a lo imprevisible; el Año de la fe nos ha traído gracias abundantes.

      Aquí, en Villa del Río, la clausura del Año de la Fe era celebrada mediante el rezo piadoso del Vía Crucis, presidido por la imagen del Stmo. Cristo de la Humildad, en el cual algunas hermandades participaron con el montaje de altares que escenificaban y representaban la estación que les correspondía de acuerdo al rezo tradicional del Vía Crucis; tras el ejercicio del mismo se celebró la Santa Misa en la Parroquia, después de la cual, la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad estuvo expuesta a veneración de los fieles en solemne besamanos. Estos pequeños y sencillos actos pusieron el broche de oro al Año de la Fe en la feligresía de la Inmaculada Concepción de Villa del Río, engrandeciendo y dando verdadero ser y sentido cristiano y católico a esta jornada, recordada por todos, en la que el año de gracia dedicado a la fe veía su culmen, pero no un final sin más, ya que hay que seguir celebrando, avivando, transmitiendo y profesando este don de Dios a pesar de que el año dedicado especialmente a ella haya concluido; todos los años litúrgicos son años de la fe, de la caridad y de la esperanza, y todo lo que esas virtudes conllevan en todos y cada uno de los fieles discípulos y hermanos de Jesús, Redentor nuestro, cuya Madre, María, siempre lo acompaña; Ella es la Corredentora, la que indica el camino para llegar a Él, a Jesús humilde, por eso ese día también estaba allí; María, a la que Benedicto XVI confiaba el Año de la Fe, deseando que Ella brille siempre como estrella de la nueva evangelización, y Jesús, que, tal y como aseguraba el Papa Francisco, es el centro de nuestra vida, por ello, la vida es una búsqueda permanente de la plenitud de Dios.

      El camino hacia la Navidad comenzaría una semana después, el Adviento llegaba de nuevo, la corona empezaría a iluminarse, a llenarse de luz, del espíritu de Dios; así, el que sigue al Señor, el que va en su búsqueda y lo encuentra, y va tras él, tendrá la luz de la vida. Cristo va presentándose en el Adviento ante sus hermanos como Luz del mundo, Luz que alumbra a todas las naciones, a medida que las semanas transcurren y encendemos una y otra vela más de la corona; los cristianos debemos acercarles a los necesitados y hambrientos del amor y de la ternura de Cristo la figura de este, Nuestro Señor y Salvador, mediante la Nueva Evangelización propuesta por la Iglesia Católica, como semilla que espera fruto abundante tras el año de gracia vivido en la Iglesia. Hay que estar atentos y expectantes a la Venida y a la Llamada de Dios, Nuestro Padre, a través de la mediación del Espíritu Santo. Ello hace que caminemos juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, al encuentro del Señor, en la inminente celebración de la Navidad, lo cual la hace una fiesta de gozo y de salvación para todos; pero cómo podemos conseguir eso, qué hacer para que a nadie le falte este signo de amor y de ternura que nace de la fe, según el Papa a través de un gesto humano, una sonrisa, una palabra verdadera, un testimonio que les haga percibir la cercanía de Jesucristo a la personas que tanto necesitan de Él, debemos salir a su encuentro, al encuentro de los pobres de fe y esperanza en sus vidas.

      La estrella ocupa también un lugar privilegiado en este tiempo de Adviento, ella nos lleva de la mano hacia Jesús, que esta noche volverá a nacer; en el portal, María nos ofrece a Jesús, nos acoge en este lugar solitario y humilde como si fuese nuestra casa, el Niño nos da su mano, José, también presente, nos invita a dársela, y nosotros: qué ofrecemos a Jesús y a la Sagrada Familia que constituye junto a su Madre y su padre de la tierra; ¿le damos lo mejor de nosotros?, ¿nuestro trabajo aporta algo al mundo, al prójimo?, ¿nos cultivamos y formamos como seres comprometidos con Dios y con su comunidad? El amor y el trabajo son valores sumamente importantes en nuestra vida, así dice la canción: «Mil estrellas de luz sembró tu mano»; y ambos contribuyen en nuestra continua construcción como seres únicos, pero a la vez en relación con otros, con nuestros hermanos, y por lo tanto debemos aportar algo a ellos, a la sociedad en general, a la Iglesia a la que pertenecemos, a Dios que nos ha dado la vida; el amor y trabajo son valores a desarrollar cotidianamente para que den frutos abundantes en toda la cristiandad; pero ¿hemos sembrado semillas para ello?, ¿hemos sembrado estrellas de luz?, y, como consecuencia de ello ¿cómo es nuestra fe?, ¿es verdadera?

      La Estrella que nos guía e indica el camino a nosotros, así como a los Magos de Oriente, nos llevará ante Dios, ante el cual la oración se manifestará y desbordará; para el Papa Francisco la Navidad es esperanza y ternura, por ello: «frente a un niño que sufre, la única oración que es la oración para mí es por qué, Señor, por qué»; manifiesta el Santo Padre. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo, un misterio de consuelo, que da lugar a una sensación de profunda paz y consuelo porque Dios viene en persona y nos salvará, nos mostrará su misericordia y nos dará su salvación, lo que trae consigo justicia y paz del Señor; por ello tenemos que mantenernos firmes y pacientes y permaneced en su amor, porque la venida del Señor está cerca.

      Jesús nos llama a anunciar la Buena Noticia, su Evangelio, y nos interpela exclamando: «¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!»; para ser dichosos debemos abrir el corazón, aceptar a Dios como se muestra en Jesús; esto es lo primero de nuestra fe: aceptar que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, aceptar que: «Nosotros no poseemos la verdad, es la Verdad quien nos posee a nosotros. Cristo, que es la Verdad, nos toma de la mano.» (Benedicto XVI); y «Deja que Jesús escriba tu historia. Déjate sorprender por Jesús.» (Francisco).

      El Señor viene, Él está siempre ahí, a nuestro lado, en cada momento, en cada circunstancia de la vida, alentando, pidiendo y ofreciendo oportunidades; por ello, cada una de las acciones de nuestra vida pueden servir para construir el Reino de Dios; hay que estar despiertos y estar atentos a cada una y a las constantes llamadas de Dios, caminemos, de esta forma, a la luz del Señor.

      El Señor nos quiere siempre alegres y contentos, y tener la necesidad de Él es la mayor perfección del ser humano, son dos grandes frases que expresan indudablemente el verdadero sentido y significado del Adviento, y de la Navidad; indican que nuestro estado de ánimo debe ser fructífero y alegre para la Venida de Jesús, y que la necesidad de que Él llegue a nosotros y nosotros lleguemos a Él es la suma perfección nuestra, es nuestra mayor grandeza. Precisamente es esto lo que hicieron los pastores hace dos mil años: fueron a buscar a Dios y ahora debemos buscarlo nosotros, en pleno siglo XXI, decía la directora del Colegio de Santa Victoria de Córdoba en la Inauguración del Belén Municipal de la capital; mensaje que fue continuado y prolongado por el presidente de la Agrupación de HH. y CC. de Córdoba, que nos instó a dejar entrar al Niño Dios en nuestra casa y a que nos impregnásemos de Él y de su Mensaje, ahora y durante todo el año, para construir un mundo mejor; acojámoslo, porque Él ya nos ha acogido en su portal a través de la mediación de María. Debido a ello nos damos cuenta de que Dios está mucho más cerca de lo que suponen muchos seres humanos, la cercanía del Niño Jesús es apreciable desde el mismo instante de su nacimiento.

      La Natividad del Señor volverá a sonar esta noche en toda la cristiandad, las campanas de Belén repicarán a gloria ya que el Señor viene a librarnos de todo mal, el Señor es mi Luz y mi Salvación, la de todos y cada uno de nosotros, gracias a la intercesión gloriosa de María; hecho que comprobábamos en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, en el segundo domingo de Adviento, ya que María es fundamental en el plan de Dios, en su Obra; debido a ello, el culto a María ha estado siempre particularmente unido al Adviento, el culto a su Inmaculada Concepción y a la Expectación del parto. María recibió la fe y la alimentó por medio de la escucha de la Palabra, que, primero la recibe en su mente y, después, en su vientre; Ella es el modelo de persona creyente; aparte de la Palabra de Dios, la fe se alimenta de los Sacramentos, de la oración, que brota de ahí, es decir, de la escucha de Dios y de los Sacramentos, y, por último, la fe se alimenta del nuevo estilo de vida conforme a Dios; es el alimento el que nos permite vivir, conocer y experimentar la fe, que libra de la depresión y da coraje, fuerza y estímulo para afrontar la lucha y el trabajo; la fe abre el camino a la esperanza comprometiendo al creyente en situaciones difíciles que puede superar gracias a la fe; la fe cambia la vida, la fe lleva consigo la conversión, la perseverancia y la evangelización, que no es otra cosa que dar testimonio de que me he encontrado con aquel que estás buscando, a quien muestro en mi vida y en mis gestos; ello nos convierte en testigos que transmiten un testimonio de fe en familia, y que viven una experiencia de fe con los jóvenes en encuentros multitudinarios como las Jornadas Mundiales de la Juventud. Todo ello era referido por Mons. Demetrio Fernández en una entrevista concedida al programa de televisión «Últimas preguntas».

      Es la familia algo tan valioso, tan importante en la sociedad actual, y ella, en la Navidad se celebra y se representa también de forma especial cuando contemplamos el misterio del Belén, la Sagrada Familia junto a un buey y una mula que calientan al Niño Jesús envuelto en pañales y sobre un pesebre; la Fiesta de la Sagrada Familia nos quiere transmitir a los cristianos el sentido y la necesidad de la misma, la importancia de una madre y un padre para un hijo o una hija que se principia en la vida, que necesita de unos valores y una educación que lo hagan ser una persona de bien, un cristiano sencillo y humilde, como Jesús, un cristiano también de bien, que siente la inmensa necesidad de conocer a Jesús, de acercarse a su imagen y darle un beso en su pequeño y bonito pie.

      También en la Navidad celebramos el Santísimo Nombre de Jesús «Salvador de los pecados» o Emmanuel «Dios con nosotros»; dos nombres para un mismo Señor que manifiestan su misión en este mundo, la necesidad que tenemos de Él, de ensalzar a Dios, mi Rey; de bendecir tu nombre por siempre jamás. Ese es el don y misión que hemos recibido de Jesús, que nos concede y confía: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre.

      La Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, será con la que de nuevo comenzaremos el Año Nuevo si Dios quiere, pidiendo a Ella y a su Bendito Hijo que sostiene en sus brazos, salud, amor, comunión entre hermanos, y un fructífero y próspero 2014. Los Reyes Magos se harán presentes por nuestras calles, llegaran al portal, a Belén, guiados por la Estrella, guiados por María hasta el mismo Dios, hasta la Gloria que va a nacer, que surgirá nuevamente ante nosotros, expectantes como María, como José que ha sabido recapacitar tras la aparición del ángel en sueños, y acoger a María y aceptarla como esposa; que ha contribuido al plan de Dios con su generosidad, su amabilidad y su grandeza como persona, que tiene una actitud similar a la de María después del anuncio del Ángel Gabriel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

      La Fiesta del Bautismo del Señor dará cierre al tiempo litúrgico de la Navidad; Jesús será bautizado en el Jordán por su primo, Juan, el Bautista, personaje que también ha aparecido en este Adviento y nos ha anunciado la inminencia del nacimiento de Jesús; Jesús nace para todos, esta oración aparece en una estrella que el otro día me pegaron en el chaquetón unas niñas mayorcitas que iban cantando por la calle cuando salía de la Facultad, al principio no sabía de lo que se trataba pero cuando vi lo que era comprendí el verdadero significado y sentido de ello, ello es lo que he pretendido manifestar en esta carta-mensaje de Navidad. Hoy, Jesús nace para todos, hoy la Virgen sueña caminos, está a la espera; la Virgen sabe que el Niño está muy cerca; hoy de Nazaret a Belén irán los que creen en sus promesas; los que soñamos y esperamos la Buena Nueva, abramos las puertas al Niño, que está muy cerca. El Señor cerca está, Él viene con la paz; el Señor cerca está, Él trae la verdad. Acojámoslo, que Él sea nuestro centro y centro de la comunidad de fieles a la que pertenecemos, la Iglesia del Señor, el Pueblo de Dios. Que su presencia bendita en medio de nosotros nos haga recibir de Él el don pleno, puro y eterno de la fe y de la misión con alegría y gozo al ser hijos de Dios.

      Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2014; ¡felicidades: Dios ha nacido, es Navidad!
 
Jesús Cuevas Salguero

domingo, 22 de diciembre de 2013

DOMINGO 4º de Adviento


      El Evangelio de Mateo (1, 18-24) cita al profeta Isaías (1ª lectura: 7, 10-14), que anuncia el nacimiento de un futuro Rey de Israel que colmará las esperanzas del pueblo. Estamos a cuatro días de la fiesta del Nacimiento de Jesús. Y sabemos quién y qué va a nacer: nuestra esperanza.

      La historia humana y su presente no son como para andar felices y esperanzados. Parece que todo va mal, como si reinaran en el mundo la maldad, la extorsión, la corrupción, el hambre. Parece que no tuviéramos remedio. Pero no es así. Navidad nos ofrece una señal de que Dios mismo está empeñado en hacer de la humanidad algo digno de Él mismo. Así lo entiende Pablo: «siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios» (2ª lectura: Romanos 1, 1-7). Evangelio o, lo que es lo mismo, BUENAS NOTICIAS.

      La mejor noticia es que hay salvación; que Jesús significa «salvador», «salvación de Dios»; que la humanidad tiene futuro, porque Dios mismo está empeñado en sacar adelante nuestro futuro.

domingo, 15 de diciembre de 2013

DOMINGO 3º de Adviento


      «Tened paciencia... El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía» (2ª lectura: Santiago 5, 7-10). Paciencia.

      Nos gustaría que se notase más la acción de Dios. Nos gustaría que los sueños de Isaías (1ª lectura: 35, 1-6a. 10) se cumplieran ya. Pero la acción de Dios no es así. «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?», preguntan a Jesús. Nosotros nos preguntamos: ¿esperamos a otro o somos capaces de aceptar a Dios tal y como es?

      Nos sirve muy bien la Respuesta de Jesús: «Id a anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichosos el que no se sienta defraudado por mí!» (Evangelio: Lucas 11, 2-11).

      ¿Nos defrauda Jesús porque queremos que la presencia de Dios sea avasalladora, fulgurante? Lo primero de nuestra fe es abrir el corazón, aceptar a Dios como se muestra en Jesús.

domingo, 8 de diciembre de 2013

DOMINGO 2º de Adviento. Solemnidad de la INMACULADA CONCEPCIÓN de la Virgen María, PATRONA de ESPAÑA

 

      La festividad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María está íntimamente unida al tiempo litúrgico del Adviento; tiempo de espera, de amor, de paz, de humildad, de reconciliación, de perdón y de alegría porque Dios se presenta nuevamente ante nosotros como el Niño Jesús misericordioso y Salvador, como Mesías y Redentor nuestro. Y María, la Madre atenta, comprometida y disponible al anuncio del Ángel Gabriel, a la Obra de Dios, es la que nos trae a Jesús, nos lo presenta y ofrece, porque sin Ella el Reino de Dios no hubiese llegado a la Plenitud Eterna; por eso llamamos a Ella Madre nuestra y de nuestro Señor, Ella es la Corredentora, la que dijo sí en primer lugar para construir el Pueblo de Dios, para que este pueblo fuese partícipe del Reino gracias a la Salvación del Hijo, de Jesús, que nos libera de todo pecado, diciendo Él posteriormente sí a ese Proyecto de Dios, sin derrumbarse, ya que su Madre lo acompañó durante toda su vida, al igual que nos acompaña Ella a nosotros y nos da fuerza y sabiduría para afrontar nuestra vida, para que ésta se sustente en la fe, la esperanza y la caridad; virtudes que debemos practicar y tener siempre presentes en nuestra vida, y, muy especialmente, en el Adviento.

      El Adviento es tiempo de conversión, y ello conlleva poner en práctica los dones recibidos de Dios: la fe trae consigo el perdón, el perdón de Dios, al que nos sentimos llamados al recordar el pecado primitivo del ser humano (1ª lectura: Génesis 3, 9-15. 20), que desde el mismo origen de la humanidad ha intentado rehuir de Dios, pero Él, a pesar de ello, como buen Padre nunca nos abandona, proporcionándonos Amor constante entre todos sus hijos, los hijos de Eva, llamada así por Adán por ser la madre de todos los que viven; la fe y la caridad es lo que suscita Pablo en nosotros, los fieles de Jesucristo, los seguidores del Maestro en la 2ª lectura (Romanos 15, 4-9): «Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios»; la esperanza y la caridad del Evangelio (Lucas 1, 26-38) es traída de la mano de María, la llena de gracia, la concebida sin pecado original, que confía en las palabras de Dios: «“–El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.”», y acepta decididamente el Mensaje del Ángel al definirse como la esclava del Señor: «“hágase en mi según tu palabra.”». María muestra desde este instante un compromiso firme con Dios y con todos nosotros, su firmeza en la Fe es tan extraordinaria que irá a Ayudar a su prima Isabel, que ha concebido un hijo a pesar de su vejez, ya que para Dios no hay nada imposible; es Dios hecho hombre, el Niño Jesús, el que se encuentra ya en el vientre inmaculado de María; es Ella, la Estrella luminosa, la que nos anuncia la Esperanza y la Luz del Mundo, y nos guía hacia la Plenitud Divina de Dios.
                                                                                                                            
Jesús Cuevas Salguero

sábado, 7 de diciembre de 2013

Nuestra Señora de la Soledad se viste de Inmaculada

La imagen de Nuestra Sagrada titular luce esplendorosa, por primera vez, para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción; gracias a la labor de su vestidor, Eduardo Serrano.






 
 

 

domingo, 1 de diciembre de 2013

DOMINGO 1º de Adviento

 
      Empezamos con un sueño (1ª lectura: Isaías 2, 1-5), que es el sueño de Dios, su gran Proyecto, lo que Jesús llamaba «el Reino». Algo de futuro, pero que hay que construir. Así acaba este precioso texto: «Caminemos a la luz del Señor».

      Así lo expresa Pablo (2ª lectura: Romanos 13, 11-14): «Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima». No es tiempo de dormir, y por eso la palabra de Jesús se tiñe de urgencia. «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Evangelio: Mateo 24, 37-44).

      Pero sí que sabemos cuándo viene el Señor: en cada momento, en cada circunstancia de la vida. El Señor está siempre ahí, alentando, pidiendo, ofreciendo oportunidades. La vida es algo demasiado serio como para tomársela a juego. Cada una de las acciones de nuestra vida puede servir para construir el Reino de Dios: daos cuenta de la importancia de cada momento. Despertad y estad atentos a las constantes llamadas de Dios.