domingo, 29 de septiembre de 2013

DOMINGO 26º del Tiempo Ordinario

      Amós es el profeta de los pobres, el azote de los ricos insensibles que viven como reyes mientras el pueblo se muere de miseria (1ª lectura: Amós 6, 1a. 4-7). La misma imagen del rico banqueteador de la parábola (Evangelio: Lucas 16, 19-31). Envuelto en muchos símbolos y creencias de la época (el seno de Abrahán, el infierno), Jesús envía un mensaje estremecedor. Es una de las parábolas más sombrías de Jesús, sobre todo por su final: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto». Jesús describe así una realidad comprobable: si ante el dolor y la miseria permanecemos impasibles, es que nuestro corazón está muerto. Y, por lo tanto, no hay remedio.

      Nosotros, Occidente, el Norte... o como queramos llamarlo, tenemos ante nuestra puerta (a través de los medios de comunicación, a través de la realidad que cuentan los protagonistas o las ONG...) la miseria y el dolor del mundo. ¿Escucharemos la Palabra de Jesús «a mí me lo hicisteis, a mí me lo dejasteis de hacer» o, por el contrario, es que ya no tenemos remedio, porque se nos ha muerto el corazón?

domingo, 22 de septiembre de 2013

DOMINGO 25º del Tiempo Ordinario

      ¡Qué listo fue el administrador corrupto! Hasta Jesús se queda admirado de sus manejos (Evangelio: Lucas 16, 1-13). Jesús no alaba la corrupción del administrador, sino su astucia. ¡Qué bien se prepara el porvenir! Nosotros también ¡qué listos solemos ser para encontrar lo más barato, la mejor inversión, lo más rentable! Si fuéramos tan listos con las cosas de Dios, ¡cuánto mejor nos iría! Siempre ha sucedido igual.

      La 1ª lectura nos lleva a una vieja historia de abusos de los ricos contra los pobres (Amós 8, 4-7) y la indignación del profeta, puesta en boca del mismo Dios. En la 2ª lectura (1 Timoteo 2, 1-8), Pablo saca consecuencias: si seguimos a Jesús, se notará en nuestro modo de vivir, porque nuestra vida será comprometida, creyente, esperanzada... «Eso es bueno y grato a los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad».

      Es lo que faltaba a la parábola: debemos ser listos, llevar una vida al estilo de Jesús. Porque de eso depende la de muchos, que «al ver vuestras buenas obras reconozcan a vuestro Padre de los cielos».

sábado, 21 de septiembre de 2013

VÍA CRUCIS: expresión íntegra, única y eterna de la fe



En la tarde-noche del sábado, 14 de septiembre, Córdoba se desbordaba ante el ejercicio piadoso del Vía Crucis. La marea cofrade invadía las calles cordobesas para ser partícipes de este rezo Camino de la Cruz, en el que dieciocho hermandades cordobesas sacaron sus titulares a las calles, confluyendo todas en la Cruz del Rastro; lugar desde el que daba comienzo el recorrido oficial para todas las cofradías, en el que se rezaría el propio Vía Crucis.

El Vía Crucis es la expresión íntegra, única y eterna de la fe: íntegra, por contener este rezo los fundamentos y principios en los que se basa el cristianismo; Cristo entrega su vida por nuestra Salvación, y tras ello se salva Él mismo de la muerte, resucitando al tercer día, y por tanto, presentándose vivo entre nosotros, visible en la Eucaristía, Sacramento que Él mismo instituyó en la noche en que iba a ser entregado. Única, por no existir expresión alguna que abarque las verdades de nuestra fe, nuestras creencias, que se sustentan en la naturaleza redentora de Dios para con sus hijos, hasta el punto de entregar a su propio Hijo por todos los demás, todos y cada uno de nosotros. Eterna, por ser un rezo que por siempre tendrá validez y fundamentación debido a su carácter reflexivo, espiritual y piadoso; carácter que se hace presente en todas y cada una de las estaciones que discurren a lo largo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; Resurrección, sobre la que recae todo el peso de nuestra fe en Cristo Jesús, en su Padre y nuestro, Dios, y en el Espíritu Santo, por ser la que nos habla de un Dios vivo, que ha vencido a la muerte por amor a sus hijos, y que espera lo mejor de nosotros; por ello Él siempre está a nuestro lado y nos concede eternamente misericordia.

Todos y cada uno de los pasos con los que era escenificada la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, recorrieron la ribera para pasar bajo el Arco del Triunfo y adentrarse en la Plaza del mismo nombre, presidida por el Arcángel San Rafael, Custodio de la ciudad de Córdoba; fue allí donde tuvo lugar la lectura de las estaciones del Santo Vía Crucis, con su posterior reflexión y oración; tras ello, todos los pasos avanzaron en dirección a la Puerta del Perdón de la Santa Iglesia Catedral, por donde se adentrarían al Patio de los Naranjos, tras el que cruzarían otra puerta, en este caso la de las Palmas, entrando así al propio templo catedralicio.

En el Altar Mayor de la Catedral tuvo lugar la Adoración a Jesús Sacramentado, una vez que todos los pasos se encontraban en el interior del templo. Durante el transcurso de la Adoración Eucarística, el Sr. Obispo pronunció una sentida y convincente homilía, en la que resaltó el significado cristiano de la Cruz y destacó el sentido del rezo del Vía Crucis.

Momentos después, Jesús Sacramentado, que había sido expuesto en Adoración, era devuelto al Sagrario, al cual siempre tenemos la oportunidad de dirigirnos para orar y estar junto a Jesús vivo y resucitado, fuente de amor, perdón, paz, misericordia, oración, fe, esperanza y caridad.

La Adoración Eucarística con la Bendición del propio Jesús Sacramentado, puso el punto y final, y como decía el Sr. Obispo, fue el mejor colofón a este acto de fe, al Vía Crucis Magno del Año de la Fe; rezo que fue introducido en occidente por el Beato Álvaro de Córdoba, siendo esta ciudad, por tanto, la primera en rezarlo tras Jerusalén, desde donde trajo esta práctica piadosa el dominico Álvaro. Aunque en este caso no se ha seguido el rezo tradicional, con catorce estaciones, la mayoría de ellas basadas en los relatos bíblicos y otras más apegadas a la tradición popular, sobre todo extraídas de los evangelios apócrifos, sino el propuesto por el ahora Beato Juan Pablo II en 1991, ya que éste se adaptaba mejor a los pasos de la Semana Santa cordobesa que representarían las quince estaciones de este Vía Crucis, alternativo y complementario al tradicional, basadas en el Nuevo Testamento.

Una vez terminado el acto en la Catedral, los pasos iniciaron el camino de vuelta a sus respectivos templos volviendo a llenar las calles de Córdoba de fe y devoción.

La Cruz de Cristo, nuestra propia Cruz, nuestro mayor símbolo, aparece exaltada, triunfante y gloriosa porque Cristo ha resucitado; la Cruz de Cristo, de la que debemos participar, la que ha movido a todo el pueblo cristiano cordobés a organizar este gran acontecimiento y acto de fe y oración, y a participar de él, es en palabras del Sr. Obispo, fuente de esperanza, de amor de Dios para con sus hijos y de amor de nosotros, sus hijos, para con Él y para con nuestro prójimo. El amor de Dios, representado en la Cruz, conlleva al perdón y a la misericordia del Padre, a la redención del Hijo, y a la paz del Espíritu Santo.

María, Madre Nuestra y de Nuestro Señor es la Reina de la Paz; paz de sus hijos y fieles devotos, paz en el mundo y paz en la Gloria Celestial a la que Ella, con su naturaleza corredentora nos guía siempre de la mano y del amor de Dios para con sus hijos; amor que debemos llevar a la práctica, a nuestra propia vida, desviviéndonos y ofreciéndonos a Cristo y a los demás, especialmente a los más necesitados y desfavorecidos, esto es la caridad, ejemplificada de forma inigualable en la figura de Jesucristo, Salvador nuestro, de nuestro pecado y de nuestra muerte, de nuestro caminar sin rumbo como una oveja perdida que con esfuerzo y dedicación recupera , reconduce a la fe, ayudado siempre por María, que brilla como Estrella de la Nueva Evangelización.

La Virgen María fue precisamente la que inició el acto de fe del pasado sábado, en este caso se nos presentaba bajo la advocación de Reina de los Mártires, en alusión a los numerosos mártires que por desgracia ha conocido la diócesis cordobesa; fue a Ella, a la que Mons. Demetrio Fernández realizó una ofrenda floral en memoria de los santos mártires, ya mencionados; fue Ella, la que nos incitó bajo su andar alegre y victorioso a rezar el Vía Crucis hasta llegar a la Resurrección eterna y gloriosa de su Bendito Hijo; fue Ella, la Divina Pastora de nuestras almas, la que nos unió como un rebaño para seguir la pasión y muerte redentora de Nuestro Señor Jesucristo; fue Ella, la que nos permitió vivir y disfrutar de una experiencia histórica, religiosa, espiritual y de fe, en la que el numeroso patrimonio que rodeaba a las imágenes de Jesús en cada estación, se hacía ofrenda, elevación y exaltación de esa fe profesada, celebrada, vivida y rezada, como diría el ahora Doctor de la Iglesia, Juan de Ávila; fue Ella, es Ella, y será Ella, la que nos incite a impregnarnos de Jesús, del Maestro, de su Escritura, de su Ejemplo y a participar de la Eucaristía, ya que Ella nos lo ofrece para posteriormente entregárnoslo, pero a pesar de ello, nunca lo abandona sino que se hace fiel seguidora de su Hijo, de Nuestro Señor, sufriendo así con Él el calvario por nuestros pecados; por ello María es refugio de los pecadores.

Sin duda, dejándonos guiar por la Stella Matutina, participaremos de la Cruz de Cristo, cargando con ella, y a la vez disfrutando, ya que así nuestro camino pasará muy cerca de Dios; nuestros pecados serán perdonados por el amor que profesamos a Dios y a los demás, demostrado en el peso que llevamos encima, el peso de la ayuda al necesitado, de la esperanza en un mundo mejor, y de la fe en Jesús que nos salva y nos da la paz, la reconciliación y la unidad entre hermanos; esa es la obra de nuestra Salvación; así tendremos las Puertas abiertas de su Gloria Celestial, y así viviremos la Verdad que Él mismo constituye, y escucharemos su llamada, su voz, que nos invita a ser discípulos misioneros suyos, integrantes de su rebaño, hermanos y cofrades unidos todos como una gran familia, la familia de los hijos de Dios, partícipes y pertenecientes a su Iglesia, en cuya misión evangelizadora nos debemos ver involucrados; este es el compromiso de fe al que Jesús nos mueve tras haber rezado el Vía Crucis y haberlo adorado.

Jesús Cuevas Salguero 19/09/2013

domingo, 15 de septiembre de 2013

Memoria de NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD


Hoy, al igual que hace una semana, recordamos y tenemos presente entre nosotros de forma especial a la Virgen María; en este caso, rememoramos el momento en el que se encuentra al pie de la Cruz junto a su Hijo, y contempla y vive como el Salvador muere por todos nosotros, por nuestra Salvación. Es en este momento, en el que María sufre su Mayor Dolor; la espada de dolor que atraviesa su Corazón se hace más dolorosa; y finalmente, Ella, la Madre, Nuestra Madre Santísima, queda sola y desamparada ante el hecho que acaba de presenciar, la Soledad la invade y ello agrava aún más sus Dolores.

María sufre, y mucho, por el pecado de todos y cada uno de nosotros al igual que su Hijo, clavado en la Cruz y muerto. Aunque precisamente, la Cruz de Jesús no representa la muerte; la Cruz es exaltada, Fiesta que ayer celebrábamos, aparece triunfante y florida como en mayo; la Cruz de Cristo es amor, es querer a Dios y al prójimo, lo que conlleva a la misericordia y la paz para con el prójimo y la misericordia de Dios para con nosotros, sus hijos. Aunque a su vez, nosotros, integrantes de la Iglesia que fundó su propio Hijo y Hermano nuestro, Jesús, debemos corresponderle al Señor teniendo caridad para con el necesitado, y esperanza y fe en Él; en Cristo vivo y resucitado, presente entre nosotros, y visible en la Eucaristía; Sacramento mediante el que podemos sentirlo en nuestro interior, en nuestro ser, que se impregna de sus virtudes, de entre ellas la fe, que de manera especial hacíamos pública y celebrábamos en la tarde-noche de ayer en Córdoba, en el Vía Crucis Magno de la Fe, con motivo del especial año dedicado a esta virtud teologal que estamos celebrando los católicos.

El rezo del Vía Crucis fue introducido en la Iglesia de occidente por el beato Álvaro de Córdoba, siendo Córdoba la primera ciudad, después de Jerusalén, que rezó el Vía Crucis; por tanto, ciudad por excelencia de este rezo Camino de la Cruz. Cruz de la que participa María, y de la que debemos participar todos nosotros, siguiendo su maternal ejemplo, para que al igual que a Ella, la Cruz nos lleve al amor, porque como decía al principio, la Cruz de Cristo es amor; amor que María tiene para con su hijos, su fieles que seguimos a la Estrella, que nos trae el mensaje de la Nueva Evangelización, el Mensaje de Jesús, en este Año de la Fe; aceptémoslo y hagámonos partícipes de él, de las Enseñanzas de la Escritura, del Maestro, de su Ejemplo, del ejemplo de la Madre, la que nos guía hacia la Luz triunfante, Cristo Resucitado.

Tengamos presente en cada uno de nosotros la Cruz, toquémosla e incluso, carguemos con Ella; sin duda será un estímulo de fe y oración junto a Jesús Sacramentado, y de compromiso para con el prójimo, teniendo en cuenta el compromiso de María, que estuvo junto a su Hijo hasta el final, para con nosotros, sus Hijos. Recemos a Nuestra Madre, María Santísima de la Soledad, para que sintamos esta fe en Ella y en su Bendito Hijo Jesús, y actuemos de acuerdo a ella. Pidamos finalmente por las intenciones del Papa Francisco, y especialmente por la paz y el cese de la violencia en el mundo. Amén.

Jesús Cuevas Salguero 15/09/2013

DOMINGO 24º del Tiempo Ordinario

      Terrible el Dios del Antiguo Testamento. Ante la primera infidelidad del pueblo, «mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos» (1ª lectura: Éxodo 32, 7-11. 13-14). No conocían a Dios y se lo imaginaban temible. Pero Jesús sabe mucho más de Dios: lo conoce como un pastor que se desvive por una oveja perdida, como una mujer radiante de alegría porque ha encontrado la moneda perdida. Que se va con gente de mala fama, porque quiere solucionar sus problemas, hasta el punto de que la gente bien murmura: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos» (Evangelio: Lucas 15, 1-10).

      Pablo sabe muy bien que él mismo es la oveja perdida y recuperada: «Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que digo: que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero» (2ª lectura: 1 Timoteo 1, 12-17).

      En Jesús hemos visto que nosotros, los pecadores, tenemos una esperanza: nuestro Padre Dios nos quiere.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Últimos preparativos para el Vía Crucis Magno

Sólo falta un día para el gran acontecimiento con motivo del Año de la Fe al que se prevé la asistencia de más de 8.000 personas en el recorrido oficial.

Ya ha comenzado la cuenta atrás para la celebración del Vía Crucis Magno del Año de la Fe y los operarios ultiman los preparativos para acomodar las infraestructuras de lo que conformará la carrera oficial o recorrido del Vía Crucis por el entorno de la Catedral que congregará a más de 8.000 personas.

Asimismo, las hermandades participantes también realizan la puesta a punto de los 18 pasos que intervendrán en esta "expresión solemne de la fe cristiana", como afirma el Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández, en su carta semanal. Una exaltación de la piedad popular que inundará las calles de Córdoba en el día de la festividad de la Santa Cruz.

Los pasos procesionarán por las calles de la ciudad desde sus correspondientes parroquias hasta confluir en un recorrido común por el casco histórico de la ciudad: Cruz del Rastro, Ronda de Isasa, Arco del Triunfo de San Rafael, Torrijos, Cardenal Herrero, Puerta del Perdón.

De otro lado, el acto comenzará a las 20:45 horas con la celebración de una ofrenda floral a la Reina de los Mártires. Y a continuación, a las 21:00 horas, dará comienzo el ejercicio del Santo Vía Crucis presidido por el Obispo. Posteriormente, en el interior de la Catedral el prelado expondrá al Santísimo y realizará una breve homilía. Y una vez concluida la celebración, los pasos participantes volverán a sus respectivos templos.

Diócesis de Córdoba 13/09/2013

domingo, 8 de septiembre de 2013

Día Grande de Villa del Río: el de Nuestra Patrona, la Virgen de la Estrella

    
      Un año más, Villa del Río tiene el honor y la satisfacción de felicitaros a vosotras, Estrellas, en este día tan especial, en vuestro día y a la vez en el de la Virgen de la Estrella, nuestra Patrona.

      Nunca me cansaré de exaltar este gran día; vosotras sabéis por qué, por ser el de nuestra Madre y Patrona, por ser Ella la Estrella que guía nuestro caminar, la que nos conduce siempre por el buen camino para un día llegar a la Gloria Celestial junto a Ella y a su Bendito Hijo Jesús, que sostiene tiernamente en sus brazos.

      Y vosotras, que lleváis por nombre el de Ella, el de Estrella, tenéis el gozo y el orgullo de llamaros así, de presentaros ante el mundo con el nombre de una advocación mariana singular y a la vez plural: singular, por ser una advocación única y a la vez bonita y entrañable como nombre a la Madre de Dios; plural, porque contiene el verdadero y único ser y sentir de María, de Nuestra Madre a la vez de la de Nuestro Señor. Estrella, es luz, es guía para el camino, es esperanza, es esfuerzo, es valentía, es superación, es amor y caridad para con el prójimo, es amor a Dios y fe en Él; fe en el Hijo que entrega su vida, como María desde el anuncio del Ángel Gabriel; y fe en el Espíritu Santo que desciende sobre nosotros como Señor y dador de vida, procedente del Padre y del Hijo, que con la llama de la fe nos enciende el corazón que nos retorna de nuevo a la fe en ese caminar diario y constante, nos conduce junto a María, mediadora entre Dios y nosotros, hacia la Luz, el Maestro, que es Jesús, vivo y presente en cualquier lugar y momento junto a nosotros, y de forma más potente y eficaz si cabe, en la Eucaristía, principal Celebración de los cristianos, por ser en la que se nos presenta en forma de Pan y Vino ante nosotros, para que comamos y bebamos de su Cuerpo y Sangre, Resucitada y resucitadora.  

      Estrella, significa mucho, me atrevería a decir que es la advocación mariana más bonita y sentida que de María podemos encontrar, ya que, como en el anterior párrafo he expuesto, es la que nos guía y nos conduce a afirmar las verdades de nuestra fe, como cristianos y católicos arraigados y edificados en ellas, en Cristo, por tanto, firmes en la fe; lo que nos induce a un compromiso, a ir y hacer discípulos a todas las naciones; eso es precisamente lo que María en su advocación de Estrella desea que hagamos, que nos desvivamos por Cristo y por los demás como hacía precisamente el recién nombrado Doctor de la Iglesia, San Juan de Ávila, fiel seguidor del Maestro, de su Evangelio, de sus Enseñanzas, del ejemplo de María, que lo convirtió en discípulo misionero de Jesús, evangelizando Andalucía; precisamente esto es lo que el Santo Padre nos ha confiado a los jóvenes tras la pasada Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, que nos hagamos discípulos misioneros de Jesús para evangelizar especialmente a nuestros semejantes, a los jóvenes.

      Estrella, es vuestro nombre, vuestro símbolo, es nuestro auxilio, nuestro consuelo, nuestra protección, nuestra ayuda, y lo más importante, nuestra gracia. Ella es pura, humilde y eterna Gracia de Dios: pura, por ser concebida sin pecado original, sin mancha (Inmaculada); humilde, por presentarse pobre y pequeña ante nosotros, ante su Hijo, por serle fiel a Él y a nosotros ante las grandes adversidades y el gran dolor que tuvo que soportar («Una espada de dolor te atravesará el corazón»); y eterna, por ser por siempre la Gracia que de Dios recibimos, mediante su intercesión y mediación, como canta el himno en su honor.

      El nombre de Estrella resuena en este día tan especial con sonido propio en nuestro pueblo. Hoy es la Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, y a la vez la Festividad de Nuestra Señora de la Estrella Coronada; es su cumpleaños y su día igualmente, y también es vuestro día, Estrellas.

      Y sí, hoy es vuestro día Estrellas, hoy es 8 de septiembre, las campanas nos llaman a la Santa Misa, a la Solemne Procesión de de la venerada Imagen de la Virgen de la Estrella Coronada, «Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas». El pueblo, nuestro pueblo, su pueblo, vive las fiestas en su honor desde ayer día 7 de septiembre, día de tu Procesión de Bajada, día esperado por tus hijos devotos, fieles a ti, a tu Bendito Hijo Jesucristo, al Padre que es la Vida, la Verdad y el Amor en la unidad del Hijo y del Espíritu Santo, que nos transmite en nuestra Confirmación de la Fe y mediante la intercesión de la Virgen María, Estrella que guía nuestro caminar, la Fuerza y la Gracia para ser discípulos incondicionales de Jesús.

      S.S. Francisco, representante de Dios en la Tierra, afirma que la grandeza de una sociedad se determina por cómo trata al necesitado, esa grandeza además no está en las cosas sino en el corazón; por ello, tal y como asegura el Sumo Pontífice, nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades del mundo, es más, debemos primero buscar lo que nos une y luego ver lo que nos separa, ya que la vida es un don de Dios, que siempre se ha de tutelar y promover. Es por ello que ante los graves acontecimientos que están teniendo lugar en Siria, convocaba para el día de ayer, 7 de septiembre, víspera de la Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero.

      La Estrella es Madre de Nuestro Señor Jesucristo, Madre Nuestra, Virgen María, concebida sin pecado original y entregada a Dios y a nosotros, desde el instante en el que tal y como San Marcos narra en el Evangelio, el Ángel le anuncia que dará a luz a un Hijo, cuyo nombre será Jesús, ya que Dios así lo quiere, a lo cual responde: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra». Sigamos este camino como Ella, conducidos por su luz, esa que nos trae el mensaje del Mesías, que nos guía en el camino de la nueva evangelización propuesta por la Iglesia, que nos conduce a la fe, y transformémonos como el Pan y el Vino para poner nuestro cuerpo sobre el Altar, para ofrecernos a Jesucristo y así sea Él el que viva en nosotros. De esta forma, aceptándolo y haciéndonos partícipes de su Mensaje y de su Ejemplo, la fe y el espíritu de renovación será primero sembrado y tras ello reavivado en cada uno de nosotros; para así encender desde Villa del Río, la luz, la estrella, la llama, el resplandor que tenga como fruto una comunidad al servicio de ella misma, es decir, de uno para con el otro y para con el mismo Dios que nos da la vida, como método de superación propio de personas deseosas por ser mejores, de hacer el bien, y caminar así por el sendero que el mismo Dios desea para nosotros: el del amor, del perdón, de la caridad, de la fe, de la esperanza y de la fraternidad.

      Los segadores sintieron sed y encontraron en su búsqueda una fuente, junto a la cual había una zarza en la que una Estrella brillaba fuertemente; esa Estrella es María, cuyo signo es la propia estrella y cuyo deseo es la paz; sigámosla, Ella nos guiará hacia la Gloria Celestial.

      ¡Felicidades Madre Nuestra de la Estrella!, ¡felicidades Estrellas!, ¡felicidades Villa del Río!

      «La Virgen entra al templo, a su Casa, en su pueblo, la Ermita queda lejos esperando el regreso, Villa del Río va a tener estos días a su Virgen un poquito más cerca, ¡arde la traca, el pueblo está de fiestas, la Virgen con nosotros!».

      ¡Viva la Virgen de la Estrella!


Jesús Cuevas Salguero   

DOMINGO 23º del Tiempo Ordinario

      «¿Quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?». Así se queja el libro de la Sabiduría (1ª lectura: 9, 13-18). Y con razón. Pero tenemos respuesta, porque eso es exactamente lo que ha sucedido, que hemos conocido a Jesús y en Él hemos conocido la Sabiduría de Dios.

      ¡Qué noticia, pensar como Dios! Eso vale más que todo lo demás. Está antes que cualquier vínculo humano, que cualquier costumbre o creencia. Eso vale más que todo (Evangelio: Lucas 14, 25-33).


      Eso es precisamente lo que hace Pablo. En una sociedad en la que los esclavos fugitivos son crucificados, le recomienda a Filemón que trae a Onésimo (esclavo fugitivo) como a un hermano, como si se tratara del mismo Pablo (2ª lectura: Filemón 9b-10. 12-17). Y lo hace con una frase memorable: «Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo». El mundo al revés, porque Pablo piensa como Jesús.

domingo, 1 de septiembre de 2013

DOMINGO 22º del Tiempo Ordinario

      «Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo al oírla, pidió que no les siguiera hablando» (2ª lectura: Hebreos 12, 18-19. 22- 24a). No, nosotros nos hemos acercado a Dios porque hemos visto a Jesús. Y hemos visto su rostro, su modo de vivir, su corazón.  Hemos visto que el estilo de Dios es la sencillez, la humildad, no llamar la atención, no pretender gloria humana alguna, huir de los espectáculos presuntuosos (Evangelio: Lucas 14, 1. 7-14). Porque no se trata de triunfar sobre nadie ni contra nadie.

      Lo sabía bien Ben Sira, autor del libro del Eclesiástico: «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios» (1ª lectura: 3, 17-18. 20. 28-29).

      Dios revela su sabiduría a los humildes. También es su estilo. Y nosotros, la Iglesia, no tenemos más sabiduría que la de Jesús, que para los sabios es necedad y para otros es escándalo. Pero así es lo de Jesús, porque Dios es así.